domingo, 14 de noviembre de 2010

Infancia y navidad

Las navidades siempre han ejercido en mi una influencia de bienestar y alegría,  es la época  en que recuerdo  a mi mama poner  un empeño especial  en la decoración de la casa, la recuerdo lavando las mismas cortinas viejas, que luego ella hacía parecer nuevas, las colocaba con entusiasmo, preparaba su árbol  de navidad, haciendo una meseta de madera vieja, que luego decoraba con papel de ladrillo,  arriba colocaba algodón para simular la nieve, luego el árbol y por último el pesebre, los animales y el pueblito.  Podía estar en la peor situación económica, pero esto nunca era obstáculo para que sus hijas disfrutaran de un iluminado arbor de navidad con un emotivo pesebre donde cobraban vida la Virgen María, San José y el niño Jesús.  La cena de navidad y año nuevo la pasábamos en casa de Tía Pura, desde temprana hora de la mañana tomábamos un yola que nos cruzaba de la margen oriental del Rio Ozama a la margen occidental,  al nivel  donde hoy se puede ver claramente la Ceiba de Colon, en la hoy Avenida del puerto.   Caminábamos toda la Ave. Mella, la cual se convertía en ese mes de diciembre, en una maravillosa  experiencia por estar decorada a todo lo largo, por llamativos puestos de frutas y dulces, que solo veíamos en esa época del año.  Al llegar a casa de Tía Pura, en la Santome 106, poníamos de inmediato manos a la obra, mami iniciaba con los preparativos de  los víveres para los pasteles en hoja, Tía Pura iba y venía del Mercado Modelo, que para aquella época, era toda una experiencia visitarlo, y que por suerte, nos quedaba en frente, la recuerdo como hoy, cargada de vegetales frescos y todo lo que fuera necesario para una perfecta cena de navidad.  En casa de Tía Pura hacíamos  todo, los pasteles en hoja, los pastelitos, el cerdo lo compraban ya asado.  Al final del día, al terminar la jornada de trabajo, llegaba Lourdes quien rápidamente, y con un arte que solo ella poseía, acomodaba una hermosa y perfecta  mesa, que luego sería complementada por todos los miembros de la familia, Tío Antonio, Tía Pura, Mami, Tono, Lourdes, Mundo, Daniel, Yolanda,  a los pequeños, nos acomodaban en una pequeña mesa que colocaban al lado de la principal, en ella estábamos mis hermanas, mi primo José y yo,  todo era perfecto, ameno.  Luego de terminar la cena, mis primos, principalmente mi primo Tono, nos llevaban al balcón y ahí iniciaba la más espectacular fiesta de fuegos artificiales, dirigida por ellos, Tono era único en esto, le gustaba ver la sorpresa reflejada en nuestros rostros.  Luego de terminar la cena, la fiesta de fuegos, Lourdes se ocupaba de prepararnos un poco de cada cosa, cerdo, pasteles en hoja, pastelitos, frutas, telera y los vegetales, para que al día siguiente pudiéramos prepararnos un almuerzo de navidad.  Y así lo hacía mami, preparaba una hermosa mesa con la comida de la noche anterior, solo que esta vez,  éramos nosotras cuatro.
Es por esas navidades vividas, por esos recuerdos tan familiares, que nunca dejare perder esa costumbre, esa tradición del arbolito de navidad, del nacimiento, de las luces y sobre todo de la cena en familia, para que nuestros hijos también tengan momentos tan especiales como estos, y para que a su vez den a sus hijos, iguales momentos.
Dejar perder estas costumbres familiares, es como perder otra vez a “Ytalina”, esa mujer, que supo sacar de su soledad y su pobreza, alegría y sueños para sus hijas.

1 comentario:

  1. Te envie un comentario cuando lo leí y no hubo manera de que se enviara, y nada aquí estoy en la biblioteca en internet porque no hay otra forma. Es increíble que lo mismo que recuerdas de las navidades de tu infancia es lo mismo que recuerdo yo, lo único que cuando yo me sentaba en la mesa de los niños, tú ya te sentabas en la de los grandes, y si mal no recuerdo esa mesa es la que hoy está en casa de Vanessa en la entrada, corrigeme si me equivoco y tambien recuerdo la de frutas y dulces de Navidad que corrian por aquella época, los M&M rodaban de tantos y tantos que eran, y luego los fuegos artificiales, y es que donde estaban Tío Toño y Tío José eso no faltaba; aaaaa belle epoque. Y del arbolito de la tía Italina, Dios como me acuerdo y como lloré cuando leí lo que escribiste; me encataba ese arbolito, cierto que el de casa de abuela era enorme y muuuuuy elegante, pero ese tenía la hermosura de lo sencillo, de lo humilde, era precioso...y COJOLLITO!!! Mayra que ya estoy llorando otra vez y estoy en la biblioteca!!!. Tendrás foto de ese arbol de la tía Italina, para que me la envíes, quiero dedicarle una entrada en mi blog de los recuerdos que me trae y que aún guardo en la memoria...eso sí, tiene que ser el que estaba subido en la mesa con el papel de ladrillo, ese es el que tengo en mis recuerdos y de ese es la foto que quiero, búscala, escaneala y envíamela al mail...porfis, porfis, porfis!!!. Besos y abrazos, y a ver si se animan y este año juegan al angelito, mira que no puedo ir para allá a ponerles las pilas; les quiero mucho y me hacen muchisisima falta, sobre todo por esta época. Un beso grande para todos...

    ResponderEliminar