Todos tenemos un lugar sonado, el mío, Jarabacoa, La Hamaca De Dios, como le llaman muchos. Jarabacoa es el único pueblo en el que realmente me gustaría vivir, pienso en ello siempre, en como pasar mis últimos anos en ese clima tan agradable, de un verdor intenso, levantarme en las mañanas sentarme en la galería y tomar un buen café caliente, o mejor aún, “un té caliente”, no tener que pensar en cambiarme rápidamente para salir a la calle y someterme a un tráfico infernal, donde todos quieren llegar primero sin importar a quien o quienes te lleves por delante, simplemente es la ley de la selva, y como bien decimos, salir con un cuchillo entre los dientes, todo debemos hacerlo rápido, porque simplemente el tiempo no nos da, nos olvidamos de nosotros mismos, de los amigos que vamos perdiendo en el camino de la prisa por llegar, alejamos a los hijos y hermanos porque no tenemos tiempo que ofrecerles, y perdemos la sensibilidad de escuchar a aquellos que nos gritan desesperadamente que los escuchemos, aunque sea un minuto. En Jarabacoa olvido esas prisas y me dedico a mi familia, mi hija, mis sobrinos, mis hermanas, nos damos el tiempo de hablar y de escuchar, de salir y visitar un buen vivero, un hermoso paisaje de montana, llegar a la casa y preparar una buena comida.
Es así como quiero vivir, tener en el patio de la casa un conuco con siembra de verduras, ajíes, albahaca, gallinas que me den los huevos para hacer el pan o el bizcocho, cosas simples como esas, quizás ustedes diran, pero es una vida de ermitaña la que quieres llevar, no, es simplemente que ya di los años de trabajo y sacrificios, de no tener tiempo nunca para dedicar a vivir, solo 14 días al ano, y en ocasiones ni siquiera ese tiempo, porque el trabajo me exigía entregar también esos días. Creo que todo ser humano debe tener el derecho a un retiro digno, a una edad en que el deseo por salir y disfrutar sea posible, creo que esto no debe ser algo tan ambicioso en la vida de un ser humano, debería ser algo fácil de alcanzar, pero bien, creo que debo dejar de sonar y volver a mi realidad y pensar en Jarabacoa, como ese lugar al que solo puedo ir un par de días al año a disfrutar de lo que verdaderamente me gusta.
Hasta siempre